Leoteca - Parte de Smartick

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Resultados de tu búsqueda: 8 libros

Precursora de la novela de investigación judicial, la Historia de la columna infame se publicó por primera vez como apéndice de Los novios, la gran novela del italiano moderno. Sin embargo Manzoni, quizá preocupado por la incoherencia de incluir hechos históricos en una obra de ficción, decidió publicarla por separado. Los hechos que analiza la novela se remontan a 1630. Milán, entonces bajo dominio español, sufre una epidemia de peste. Una vieja chismosa lanza una acusación contra el comisario de Sanidad: lo había visto «untar» las paredes del vecindario. Los acusados son brutalmente torturados y confiesan. La sentencia condena a los acusados a una muerte atroz. Pietro Verri, tío de Manzoni, había tratado el mismo caso en sus Observaciones sobre la tortura para atacar una sentencia basada en la tortura de los implicados; Manzoni va más allá: los jueces que primero torturaron y luego ejecutaron la sentencia actuaron como «funcionarios del Mal» (en palabras de Sciascia, que los compara a los burócratas de los campos de concentración) porque, como letrados y hombres instruidos que eran, sabían que aquel delito era imposible y los presuntos autores, por tanto, inocentes. Leonardo Sciascia, en su nota preliminar, nos advierte de la desgraciada actualidad de la tesis de la novela: «Decir que el pasado ya no existe –que la tortura institucional ha sido abolida, que el fascismo fue una fiebre pasajera que nos ha vacunado– es de un historicismo de profunda mala fe, cuando no de profunda estupidez. La tortura sigue existiendo. Y el fascismo sigue vivo». Alessandro Manzoni, uno de los grandes autores de la literatura italiana del siglo XIX, nació en Milán en 1785. Era nieto de Cesare Beccaria (gran jurista e insigne representante de la Ilustración lombarda). En su juventud abrazó ideas racionalistas y libertarias por influencia del ambiente cultural e intelectual francés. Frecuentó en Milán el mundo de los prófugos nacionalistas en pleno fermento político, pero, decepcionado por los jacobinos, se acercó a los círculos liberales parisinos hasta su conversión al catolicismo en 1808, que marcará toda su vida. Patriota entusiasta, frecuentó a los intelectuales románticos milaneses y será unos de los teóricos más significativos de la unidad italiana, aunque su formación cultural (ilustrada y católica) lo convertiría en una figura peculiar. De hecho, condujo casi siempre una vida retirada dedicada a sus estudios. La redacción de Los novios ocupó buena parte de su vida, en una búsqueda constante tanto del lenguaje como de la fidelidad histórica. Tras la publicación del libro rechazó la narrativa de ficción, que consideraba «un falseamiento» de la verdad histórica y moral. Este nuevo planteamiento lo llevó en 1842 a escribir la Historia de la columna infame. Nombrado senador del Reino de Italia y venerado por la burguesía moderada italiana, murió en Milán en 1873.

Historia de la columna infame

Manzoni, Alessandro

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Nuestra época vive una profunda paradoja. El país que más ha hecho en el último siglo por ampliar el perímetro del saber humano y desarrollar los beneficios de la tecnología ha enloquecido y predica el oscurantismo. El poder de los evangelistas es poco conocido en Europa, pero en Estados Unidos se ha trasformado en una gran fuerza política. Son propietarios de cadenas de televisión y de periódicos, y tienen enorme influencia en la sociedad americana. Según el prestigioso instituto de sondeo Gallup, el 72% de los adultos afirma que la Biblia nos enseña los orígenes del universo y el 45% que Dios ha creado al hombre. Esto nos permite entender por qué se discute en los tribunales de Estados Unidos si Darwin y la Evolución se deben enseñar en las escuelas. Hasta ahora Europa se ha mantenido al margen de semejantes aberraciones, pero los síntomas ya se detectan. No sólo a la Iglesia Católica ha aparcado el Concilio Vaticano II y Alá se ha radicalizado; tampoco el mundo laico ha sabido renovar su capacidad de hacernos soñar. Y es ahí, en este vacío, donde crece la ignorancia y las respuestas fáciles que tiran por tierra siglos de luchas políticas y filosóficas para liberarse del amor sofocante a un Dios totalitario. Los bufones, antigua institución de la tradición laica, toman ahora las riendas y se enfrentan a las tinieblas. Por eso, Leo Bassi lleva la guerra al campo del enemigo desafiando a las teologías demonizadoras con La Revelación. En el nombre de la razón: que tiemble la fe. Hace seis generaciones, un antepasado de Leo Bassi luchó con Garibaldi antes de crear uno de los primeros circos modernos. Más recientemente, su padre, famoso malabarista, trabajó en Estados Unidos (donde nació Leo en 1952) con Groucho Marx, Louis Armstrong y Ed Sullivan. De su familia, Leo Bassi ha heredado los trucos del oficio, aunque, más que seguir una tradición teatral, su propósito es mantener vivo el espíritu provocador que ha sido el sello de los Bassi. Para Leo, el espectáculo es una experiencia apasionante, sensacional, estremecedora. Leo Bassi tiene algo especial. Por eso, no es de extrañar que haya vivido sucesos extraordinarios y situaciones absurdas, cómicas e incluso peligrosas: el 1 de marzo de 2006, un empleado del teatro donde actuaba descubrió una bomba incendiaria. La mecha estaba encendida y el artefacto ubicado sobre una pila de miles de viejos carteles rociados con gasolina. Nunca se descubrió al autor del atentado. En 2005, en Río de Janeiro, Leo se mezcló entre cinco mil fervorosos evangelistas. En sus manos, nada más y nada menos que una pancarta en la que podía leerse: «No creo en Dios, pero sí en los filósofos y en la ciencia. ¡Viva Sócrates!». Entre gritos de ¡A la hoguera! fue rescatado por la policía. En 1991, en Kazajstán, se hizo pasar por viceministro del Ministerio de la Risa de la CEE, y acabó dando una conferencia ante más de tres mil estudiantes: «La Risa y el Libre Mercado».

La Revelación

Bassi, Leo

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De todo corazón desearía comer el fruto del árbol de la ciencia, y me parece que la prohibición de comerlo es bastante extraña. Puesto que Dios concedió la razón al hombre, debía parecerle bien que se instruyese, ¿o acaso prefería que su servidor fuese un ignorante? Desearía también hablar con la serpiente, tan ingeniosa ella. Anunciar únicamente la moral, ¿no sería prestar un servicio a los hombres? Esa moral es tan pura, tan santa, tan universal, tan clara y tan antigua, que bien debe provenir del mismo Dios, como la luz que entre nosotros se tiene por su primera creación. ¿Permitiréis que anuncie estas verdades a la noble nación española? Si deseáis que oculte esa verdad, si me ordenáis absolutamente que anuncie los milagros de Santiago en Galicia, y los de Nuestra Señora de Atocha, y los de María de Ágreda que mostraba el culo a los niños en sus éxtasis, decidme cómo debo tratar a los refractarios que osen dudar de ellos. Cuando encuentre doncellas judías, ¿debo acostarme con ellas antes de mandarlas quemar? Y cuando estén asándose, ¿tendré derecho a retirar un muslo o una nalga para cenar con unas católicas? François-Marie Arouet, Voltaire, es uno de los nombres más insignes de la Ilustración francesa. Nació en París el 21 de noviembre de 1694. En 1715, escribirá una sátira contra el regente Duque de Orleans por la que será encarcelado un año en la Bastilla. A partir del año siguiente, Voltaire inicia su exitosa producción dramática: Edipo y La Henriade, estrenada en 1723. Una disputa con el noble De Rohan lo lleva de nuevo a la Bastilla y después al destierro en Londres. Allí conoce a Newton y a Locke, y a aristócratas cuyas ideas y forma de vida influirán notablemente en su pensamiento. En 1734, publica las Cartas filosóficas, en las que denuncia el fanatismo imperante en la Europa de la época. A partir de 1740, publica Mohamed o el fanatismo, Babouc y Zadig, cuentos filosóficos que se inscriben entre lo mejor de su obra. En 1759 publica Cándido o el optimismo, obra que será inmediatamente condenada en Ginebra por sus irónicas críticas a clérigos, nobles, reyes y militares. Cuatro años después compone su Tratado sobre la tolerancia y, en 1764, el Diccionario filosófico. Desde entonces, siendo ya un personaje famoso e influyente en la vida pública, interviene en distintos asuntos judiciales, defendiendo la tolerancia y la libertad frente a todo dogmatismo y fanatismo. En 1778 Voltaire vuelve a París, donde es acogido con entusiasmo. Muere el 30 de mayo de ese mismo año.

Las preguntas de Zapata

Voltaire

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Mangogul, un sultán despótico e ilustrado, conversa con su favorita, Mirzoza, sobre el estado de las ciencias, la literatura, la filosofía y la política. Agotados todos los temas, el sultán se aburre. Mirzoza da con la solución: invocar a Cucufa, el genio protector de la familia real. El estrambótico mago entrega a Mangogul una sortija, pero le advierte que las mujeres a las que dirija el engaste del anillo hablarán de sus enredos amorosos, «pero no por la boca sino por la parte mas franca que hay en ellas y la mejor instruida en las cosas que queréis conocer: por sus dijes...». Sobre esta fábula orientalizante, Diderot construye una implacable y divertida sátira sobre las costumbres eróticas de su país y de su tiempo, la Francia del absolutismo despótico y la ilustración. Denis Diderot, nacido en Langres (Francia), el 5 de octubre de 1713, comenzó la carrera eclesiástica. Al abandonarla tuvo que dedicarse a realizar traducciones, catalogaciones y escribiendo discursos. Su pensamiento ateo, derivado de Hume y de los psicólogos asociacionistas ingleses, no fue bien recibido en la época, al atentar contra el orden moral imperante. Así su obra Pensamientos filosóficos (1746) fue ordenada quemar por el Parlamento francés. En 1748, cuando se publicó la primera edición de Los dijes indiscretos, no figuraban los nombres del autor ni del librero. Pero este subterfugio no sirvió de nada. Todos reconocieron la pluma de Diderot. La obra tuvo un éxito inmediato, pues no en vano estamos en el periodo de más auge de este género de novela licenciosa y ésta lo era mucho más que las de Voisenon, Crèbillon o Duclos. Se cree que cuando Diderot fue detenido en 1749 por la publicación de su Carta a los ciegos para el uso de los que no ven, y encerrado en el torreón de Vincennes, en su encarcelamiento pesó también el escándalo provocado por su novela "indecente" cuyos personajes principales, además, recordaban demasiado a la pareja real: Luis XV (Mangogul) y su favorita, madame Pompadour (Mirzoza). Más adelante redacta un Diccionario médico universal, que adapta de la Cyclopaedia de Chambers. Es entonces cuando se le ocurre la idea de una obra que compile todo el saber conocido por el ser humano hasta entonces. Embarcado en tan magna labor, paulatinamente se alcanzan diecisiete volúmenes de su Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, las artes y las materias, publicados entre 1751 y 1765. La divulgación de un saber holístico y ordenado se convierte rápidamente en un arma contra el régimen político absolutista, al llegar la información al pueblo en forma de pasquines y folletos. La Enciclopedia se convierte en un espacio para la difusión de las ideas ilustradas, en el que participan filósofos y escritores muy críticos con la mentalidad de su época como D'Alambert, Rosseau, Montesquieu o Voltaire. El movimiento ideológico de la Ilustración se considera un precedente o base para los posteriores fenómenos revolucionarios. Otras de sus obras son La religiosa (1797), de carácter anticlerical, o El padre de familia (1758), antecedente de los dramas costumbristas burgueses. Su pensamiento otorga a la Naturaleza un papel transformador, mutable, adaptable a los diferentes condicionamientos. Falleció en París el 31 de julio de 1784.

Los dijes indiscretos

Diderot, Denis

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