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El príncipe y las princesas valientes

Se he denostado de manera furibunda, a veces, contra los cuentos populares y la manera de reflejar los roles de sexo. Como apunta la escritora y teórica brasileña Marina Colasanti, se ha drenado la sangre de los cuentos folclóricos, sin pensar que esa limpieza externa minaría también sus funciones y los conflictos internos. Así se ha tratado de cambiar la Bella durmiente, se ha convertido en parodia o en edulcorado adoctrinamiento, perdiéndose por el camino los verdaderos conflictos de la heroína de esta historia. Se ha olvidado contar a nuestras niñas y niños El príncipe durmiente que existe desde hace siglos. La heroína de este cuento no duerme, ni espera; es ella la que sale al mundo a buscar la aventura y a rescatar a un príncipe hechizado.

Los cuentos y contracuentas existen desde fechas inmemoriales. En ellos encontramos todas las formas de sentir, de reaccionar y de comportarnos en sociedad. Es nuestra forma de ver la vida y las relaciones la que ha decidido contar unos cuentos y ha dejado en la oscuridad otros. Por esta razón se ha propiciado la divulgación de La bella durmiente tratada muchas veces como una simple historia de amor. El príncipe durmiente es una revisión estética, que se centra en una propuesta poética de la mano de Ernesto Rguez. Abad y las ilustraciones de Noemí Villamuza, del antiguo cuento rescatado en el siglo XIX por Antonio Machado y Álvarez y en el siglo XX por Antonio Rodríguez Almodóvar.

Torres simbólicas, bosques encantados, elementos de la naturaleza engañosos son los detonantes de los conflictos tanto sociales como de género a los que se tiene que enfrentar la valiente y nada convencional princesa de este cuento. La revisión y actualización nos hace que la historia sea actual, con los problemas que se planteada nuestra sociedad, con la lucha por conseguir la aceptación y la realización personal.

Esta historia, aunque cumpliendo todas las funciones que enumeró Vladimir Propp de los cuentos de hadas, nos trae a un momento actual, nos da una visión renovada del amor y de los valores. Las ilustraciones nos sumergen en un mundo simbólico donde es la fuerza de la mujer el motor que genera las acciones de la protagonista.

Una historia para disfrutar de la lectura. Un libro para soñar el mundo.

REFLEXIONES DE NOEMÍ VILLAMUZA

La primera imagen llegó en una narración telefónica, a través de la voz de Ernesto y con cuatro pinceladas sobre la leyenda de un durmiente.

Tiempo después llegó el cuerpo de la historia, con sus formas descritas a golpe de sentimiento, y se entrelazaron las vivencias de la escritura con los trazos del lápiz, en una hermosa complicidad.

El personaje protagonista fue una de mis obsesiones en el arranque de bocetos, su silueta, su actitud o el simbolismo de su trenza; un espacio de apretados sentires para la cubierta. Y de entre las líneas del horizonte surgió el príncipe dormido, en un perfil de horizonte árabe y terroso.

En una sucesión de temperaturas y colores, las páginas comienzan en verdes y húmedos bosques junto al castillo, hasta llegar a los ardientes fuegos de la batalla solar, pasando por los hielos estelares, un camino sinuoso y árido, hasta la suave noche de un verano insospechado.

Los elementos esenciales, tierra fuego agua y aire son las fuerzas contra las que pelea la valiente y curiosa joven en busca de una música que contiene la esencia de toda la historia, el amor que nunca tuvo.

“Trabajo siempre los bocetos con rotuladores y bolígrafos, me gusta la fluidez de los trazos gruesos para fijar ideas rápidas y planificar composiciones, pero elijo los lápices para los artes finales, por los matices que me ofrece el grafito y los gestos que dejan los trazos. En la última fase aplico el color, en tratamiento digital”.

EL PRÍNCIPE DURMIENTE

RODRÍGUEZ ABAD, ERNESTO

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