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Dito vive en una buhardilla con su madre, sintiendo la soledad y el aislamiento que acompañan siempre a la pobreza. Cuando mira las estatuas de la catedral, piensa que les ocurre lo mismo, por eso cree que su destino es llegar a ser una de ellas. Así comienza a adentrarse, cada vez más, en su mundo. En el colegio inventa historias de sus amigas de piedra para contar a sus compañeros. Son narraciones en las que se habla de libertad, solidaridad, respeto, tolerancia y humildad. Pero cuando las narraciones se agotan, vuelve a su temida soledad y decide mimetizarse con las queridas imágenes que acuden sin parar a su memoria. Poco a poco la realidad se irá imponiendo, para mostrarle los peligros que acarrea vivir en un mundo paralelo. Con un marcado estilo poético, esta historia nos recuerda los problemas que nos acechan desde pequeños y la extraordinaria oportunidad que nos ofrecen las historias para poder superarlos.
Dito tiene diez años y vive en una buhardilla desde la que se puede ver la catedral y las estatuas que la adornan. A Dito le gusta observar estas estatuas e imagina que conversa con ellas, así poco a poco va creando su propio mundo, su bosque de piedra. Su imaginación es tal que inventa cuentos inspirados en estas estatuas y se los cuenta a sus compañeros de clase que lo escuchan con atención.
Pero vivir en el bosque de piedra no siempre tiene buenas consecuencias, conviene volver también a la realidad.