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La pequeña Antoniña escucha absorta cada noche, al calor de la lumbre, las historias que su abuelo le cuenta de cuando él era niño. Historias de meigas y lobos, de amistades y envidias, de supersticiones y solidaridad. El amable hilo argumental de esta historia posee, además, un componente fantástico, con elementos propios del imaginario gallego, que nos sumerge en un mundo crudo, de tradiciones y costumbres hoscas, amenazadoras, desasosegantes... El complejo entramado de personajes que va creando la autora a partir de las historias narradas por el abuelo a la niña nos permite conocer las relaciones de los habitantes de la pequeña aldea en la que viven. Destaca tanto la historia y su desenlace como el lenguaje poético que emplea en la narración. Interesante apuesta por la recuperación de la tradición oral y el papel de los abuelos en la narración de historias y la transmisión del conocimiento ancestral.
Antoniña, la nieta de Bladomero, quiere saber quién es esa criatura que llaman la Lupa y que aúlla quejumbrosa en la soledad del bosque. Entonces Baldomeró le contará al calor del fuego una historia vieja de lobos y hadas, la historia de una familia marcada por la superstición o la mala suerte, pero antes, el abuelo advertirá a Antoniña que no todo lo que se cuenta es real, aunque una parte, bien pudiera serlo.