Leoteca - Parte de Smartick

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Resultados de tu búsqueda: 141 libros

Sólo hay dos tipos de tipos: los que buscan una vida ancha y los que aspiran a una vida larga. Los primeros se la juegan y los segundos se acartonan. Pueden ser triunfadores, pero nunca héroes como los primeros (a quienes con injusto desdén también se llama románticos). Esta odisea está llena de aventuras y riesgos, de hoteluchos de mala muerte, de baches, polvo y arena, y de gente que sobrevive en villorrios pasmados en la galbana. Hay paisaje, paisanaje… y pasión. Pero no compasión, que es el cómodo refugio del fuerte para anestesiar la conciencia ante el dolor de los débiles. Es verdad que no hay muchos amaneceres en el Serengueti, ni curtidos machos alfa despachando leones y elefantes entre las minas del rey Salomón, ni el silbido de la mamba negra. A cambio, en cada página hay un par de historias que ponen la piel de gallina y escupen sobre los tópicos. Hay mucho cinismo y ninguna impostura. Es un libro duro como la soledad, la desesperanza y la verdad. La mirada de Miquel Silvestre tiene poco almíbar y mucho humor. Hay en este libro muchos sobornos, y cerveza y arroz con pollo en sitios asquerosos, pero tras esa dureza se transparenta siempre un tipo sensible, desencantado y justo, un buen tipo que no se considera ni mejor ni peor que los demás. Es el libro sobre África que hubiera escrito Humphrey Bogart. Un hombre harto, una moto, una tierra bella y pasmada. Con estos ingredientes Miquel Silvestre ha dejado por una vez sus relatos de irónico realismo y se ha embarcado en un viaje por África. Desde Nairobi a Ciudad del Cabo, desde Maseru a Maputo, ha recorrido quince mil kilómetros de selva, sabana y desierto: diez países, sobornos en las fronteras, ríos, montañas, antílopes, tres mil estrellas y la Costa de los Esqueletos. Mascó el miedo, escupió sangre y bebió mucha cerveza. Un viaje en solitario sin porteadores ni niñeras. Ha podido contarlo a pesar de las colitis, los bandidos y los huesos rotos, porque cuando viaja, un hombre solo suscita la piedad en todas partes. Con humor sarcástico, el autor más cyberpunk de la literatura ibérica dibuja en trazos sobrios y transparentes una tierra dura en la que la vida no vale nada y en donde la supervivencia del viajero depende de su ánimo inoxidable, de los decentes samaritanos y de la buena suerte. También de la rapidez de reflejos para poner pies en polvorosa en situaciones en las que se difuminan las fronteras entre estupidez y heroísmo. En estas páginas no están las nieves del Kilimanjaro, las puestas del sol en Serengeti, la fotogenia de los masai o la ferocidad de los zulúes. Tampoco hay complejo colonial de onegero ni regusto dulzón de memorias de baronesa Blixen al pie de las colinas de Ngong. Todo eso es sólo literatura o, como mucho, historia. Pero sí hay voces nativas que cuentan historias de una belleza sencilla en una de las zonas más descarnadas del planeta. Sin sentimentalismo y lleno de una poesía desnuda, el viajero se conmueve a veces y nos conmueve siempre.

Un millón de piedras

Miquel Silvestre, José...

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14+

Una editorial le encarga a un escritor la biografía de Bak Bu-kil, un conocido novelista. El narrador cita y comenta fragmentos de las obras de Bak Bu-kil, que se despliegan ante el lector como partes de un gran rompecabezas. A partir de estos testimonios e indicios, la vida y la misteriosa personalidad del escritor van tomando forma como en una trama detectivesca. Bak Bu-kil oculta una herida dolorosa. Su padre era la esperanza de una familia de la nobleza rural venida a menos que depositaba en él los anhelos de recuperar la dignidad y la posición perdidas. En el patio de la casa familiar crecen dos árboles de caqui. Y al fondo de ese patio, en un cuartucho miserable, hay un loco encadenado y encerrado. El pequeño Bu-kil no sabe que ese hombre es su padre e imagina que la prohibicón de entrar en aquel patio se debe a su afición por la fruta de los caquis. A partir de ese primer encuentro con el dolor, Bu-kil, que ha crecido en la más absoluta soledad, descubre que sus relaciones con el mundo son siempre traumáticas y violentas, y para defenderse se refugia en el pozo de sí mismo, iluminado únicamente por la lectura de incontables libros. El camino desde la lectura a la escritura le abre la única vía posible de comunicación, y también le da una herramienta para deshacerse de los fantasmas del pasado. La otra cara de la vida es una novela de formación, de intriga, autobiográfica y de reflexión sobre el proceso de la escritura. Referencias a Gide, Camus, Borges y Kafka resuenan en las páginas de esta novela rica en intertextualidades. Elementos todos que hacen apasionante la lectura de esta obra intensa e impactante, exenta de exotismo y traspasada de universalidad. Lee Seung-u es uno de los pocos escritores corea­nos que goza tanto del reconocimiento internacional como del de su propio país. Nacido en 1959 en Jangheung, provincia de Jeolla del Sur, Lee Seung-u vive en Seúl desde la adolescencia. Emprendió estudios de teología en una universidad protestante, que interrumpió durante la etapa de postgrado. Su carrera literaria comenzó en 1981 con la publicación de su novela Retrato de Erisichton, en donde ya aparece un tema constante en su producción literaria, el de la relación entre Dios y el hombre. Ha publicado más de una docena de obras, de las cuales cabe mencionar algunos títulos como La otra cara de la vida (Premio Daesan de Literatura 1993, traducida al francés (Zulma, 2000) y al inglés (Peter Owen, 2005), La vida secreta de las plantas, traducida al francés (Gallimard, 2009) y al español (Ediciones del Ermitaño, México, 2009), Viviré muchísimo tiempo (Premio Dongseo de Literatura) o Un viejo diario.

La otra cara de la vida

Seung-u, Lee

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Cuatro prestigiosos economistas, de diversa procedencia teórica, redactaron este Manifiesto en septiembre de 2010 al que, en menos de tres meses, se han adherido 3.000 personas del mundo de la economía y del pensamiento. En él denuncian diez falsas evidencias («los mercados financieros favorecen el crecimiento económico», «hay que dar confianza a los mercados para financiar la deuda pública»...) y unos programas de ajuste, que están agravando la crisis económica y aumentando la desigualdad social. También proponen veintidós medidas para debatir otra estrategia económica. El Manifiesto ha tenido un enorme éxito de público en Francia; se ha convertido en un grito de alarma y, por su lenguaje claro, su brevedad y precisión expositiva, ha ofrecido a los ciudadanos los medios teóricos para mostrar el abismo que existe entre las afirmaciones de los portavoces de los mercados financieros y la fragilidad de sus diagnósticos. En la visión neoliberal que dibuja un mundo hecho de agentes económicos individualistas y clarividentes en competencia los unos con los otros, la liberalización general de los mercados tenía que conducir matemáticamente al máximo crecimiento y a una situación económica óptima. Pero esta visión es un instrumento poco fiable para guiar las decisiones de los políticos elegidos por el pueblo. Si la ciencia económica empieza a poner en cuestión sus hipótesis y métodos, tiene también que recordar que corresponde a los ciudadanos, y no a los expertos, determinar colectivamente mediante la deliberación democrática los objetivos de la actividad económica

Manifiesto de economistas aterrados

Askenazy,...

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La señora Lamarchand necesita una criada y ha oido hablar de Hilda, de su buena disposición para el trabajo, de su educación y su belleza. No toleraría una criada indolente, pero sobre todo que fuera demasiado delfada o simplemente gordita. ¿Cómo va a ocuparse de su casa y de sus hijos si no controla su propio cuerpo? La señora Lemarchand considera que Hilda tendra la suerte de servir en una casa de gentes de izquierda. Por eso quiere algo más que una criada, quiere educar a Hilda, enseñarla a vestirse y a comportarse en sociedad, quiere que sea su amiga. Sin que, por supuesto, deje de aumentar cada vez más rigurosamente sus obligaciones. Hilda puede leerse como una narración, como obra de teatro o como una antigua fábula en la que la transparencia del texto oculta y, al mismo tiempo, da forma a temores profundos y universales. La intensidad de la escritura de Marie NDiaye logra materializar a Hilda, un personaje sin voz que, a lo largo del texto, va transformándose en el sueño de su señora. Porque hoy la dialéctica del amo y el esclavo no da lugar a la menor rebelión: la señora seguirá necesitando desesperadamente otra Hilda y la criada seguirá sometida a su voluntad. Marie NDiaye (Pithiviers, Francia, 1967) es una de las autoras actuales más valoradas por la crítica en Francia. Fue galardonada con el premio Femina en el año 2001 por su novela Rosie Carpe y, en 2009 con el premio Goncourt por Tres mujeres fuertes. También ha tenido el reconocimiento del público: en el año 2009 fue la autora más leída en lengua francesa. A los diecisiete años publicó su primera novela en la que la crítics ya reconoció a una gran escritora. Desde entonces ha publicado novelas, relatos y obras de teatro. Es la única escritora viva cuya obra ha sido incluida en el repertorio de La Comédie Française.

Hilda

NDiaye, Maria

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12+

La Trampa es un testimonio de uno de los períodos de la historia más oscuros y atroces. Y también es una obra notable por su estilo realista, desnudo, capaz de evocar lo que significó para toda una nación perder brutalmente sus señas de identidad. Con algunos rasgos de humor a veces terrible y con un admirable dominio del detalle, La Trampa no es sólo una novela de suspense, sino el retrato preciso de la Francia ocupada, desprovisto de toda retórica y, tal vez por ello, el más desolado y verdadero. Cuatro meses después de la derrota del ejército francés, en 1940, Joseph Bridet se niega a aceptar la ocupación alemana e intenta pasar a Inglaterra para unirse al general De Gaulle. Para conseguir el salvoconducto que le permita salir de Francia, entra en contacto con algunos de sus amigos de antes de la guerra, que ahora ocupan altos cargos en el régimen de Vichy. Sin embargo, a partir de ese momento, nada más llegar a Vichy y tratar con la policía, se pone en marcha un mecanismo que, poco a poco, se va cerrando sobre él. Desde la primera a la última página de la novela, Bridet se debate inútilmente para escapar de la trampa en la que, sin saber cómo ni por qué, con cada movimiento se hunde cada vez más. Es una trampa que se extiende por toda Francia, la Francia ocupada por los nazis y la de Vichy, perfectamente unidas por un régimen policial al que no escapa nadie. Bridet es un hombre corriente, lleno de vacilaciones y de miedo, que nunca sabe con certeza por qué las cosas que él hace, o intenta hacer, aunque sean triviales se convierten en amenazas. Es ese enfrentamiento absurdo -en la medida en que, por más esfuerzos que haga, no se materializa nunca- con un poder sin rostro, con la lógica totalitaria, lo que constituye la trampa que va cerrándose inexorablemente a cada paso que da. En esta novela, de resonancias kafkianas, Bove logra dar consistencia a la oscuridad, a la niebla en la que se mueven sus personajes sin ningún horizonte después de la ocupación nazi. Y lo hace con distancia y, sin embargo, con compasión por las víctimas, ajenas siempre a cualquier heroísmo, hasta el punto de que su mala fe o su cobardía a veces les conducen a la muerte. Emmanuel Bove (Paris, 1898-1945), seudónimo de Emmanuel Bobovnikoff, es uno de los grandes escritores franceses del siglo XX. Autor de más de treinta novelas, tuvo un éxito fulgurante a partir de su primera obra, Mis amigos, publicada en 1924 a instancias de Colette. Desde André Gide, Rilke, Max Jacob a Beckett («nadie como Bove ha tenido un sentido tan agudo del detalle”) o Peter Hancke, su traductor al alemán, le consideraron uno de los más importantes novelistas franceses. Hijo de un exilado ruso y de una criada luxemburguesa, la infancia de Bove transcurre en París, Ginebra e Inglaterra y está marcada por la inestabilidad, según las rachas de fortuna de su padre, entre un mundo de lujo y la miseria. Vuelve a Paris en 1916. Vive en condiciones muy precarias, trabaja como conductor de tranvías, camarero, obrero en Renault, taxista…En 1917 pasa un mes en la cárcel de la Santé. Tras contraer matrimonio, en 1921, se traslada a las afueras de Viena. Para sobrevivir escribe novelitas populares, con el seudónimo de Jean Vallois. Un trabajo que definió como «absolutamente ajeno al oficio de escritor». En 1924 publica su primera novela, que conoce un gran éxito, y a partir de ese momento comienza un período de fecunda producción literaria. Durante la ocupación alemana se niega a publicar ninguna obra y, en 1942, consigue abandonar Francia con su segunda esposa. En Argel escribe sus tres últimas novelas –entre ellas, La Trampa- que serán publicadas después de la liberación. Durante su exilio en Argelia contrae el paludismo y, a su regreso, muere en Paris en 1945.

La trampa

Bove, Emmanuel

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